“En un momento en el que necesitamos desesperadamente ir hacia adelante, el COVID-19 nos puede atrasar años, incluso décadas […] La crisis nos aleja aún más de los Objetivos de Desarrollo Sostenible”. Estas eran las palabras del secretario general de la ONU, António Guterres, el pasado mes de junio.
La crisis por la COVID-19 ha desviado la atención de la que se erigía como la lucha de esta década: la crisis climática. Un proceso que, sin pausa, y con prisa, se acelera. La teoría está escrita, y el horizonte marcado: los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS). Estas metas establecidas por la ONU pretenden alcanzar diecisiete objetivos en pro de un mundo más sostenible. A nivel medioambiental, pero también económico y social. Ahora, la pandemia de la COVID-19 y sus consecuencias se han puesto por delante, ¿cuál es ahora el camino?
COVID-19 y aseguramiento alimentario
Cuando todo esto acabe, ¿en qué punto estará la crisis climática? Los expertos apuntan a una acción conjunta. Esto es, no regresar al punto inicial antes de la COVID-19, sino haber evolucionado simultáneamente con la pandemia. O lo que es lo mismo, aplicar soluciones conjuntas y relacionadas para ambas luchas: la COVID-19 y la sostenibilidad medioambiental.
Es lo que sucede también si lo vemos desde el punto de vista del aseguramiento alimentario. Era un problema ya contemplado en los ODS pero, a raíz de la crisis generada por la COVID-19, ha empeorado. Entre 70 y 100 millones de personas viven en la pobreza extrema.
La ONU lo tiene claro: es el momento de invertir en un futuro sostenible. La organización apuesta por mejorar y mantener los medios de subsistencia en el contexto pandémico actual. Así como prepararse para nuevos sistemas alimentarios más sostenibles e inclusivos. De esta manera, se conseguiría avanzar en los ODS mientras la lucha contra la COVID-19 sigue siendo prioritaria.
La acuicultura es uno de estos sistemas que trabaja en favor del aseguramiento alimentario. ¿Conoces el significado de aseguramiento alimentario? Atendiendo a la FAO es el “acceso físico, social y económico a alimentos suficientes, inocuos y nutritivos que satisfacen sus necesidades energéticas diarias y preferencias alimentarias para llevar una vida activa y sana”.
No solo porque la mayor parte del pescado que se consume en el mundo proviene de la acuicultura, sino porque es un sector que genera empleo. Sin olvidar que la acuicultura también es capaz de producir algas y microalgas cultivadas, asegurando alimento y, lo que es más importante, valores nutricionales, a aquellas poblaciones más desfavorecidas.
Sin embargo, la acuicultura no ha sido inmune a la COVID-19. Cierre de mercados internacionales, de la hostelería y el turismo, una reducción en la producción… Las poblaciones que dependen, tanto a nivel económico como alimentario, del consumo de pescado, sus proteínas y sus nutrientes, han sido y siguen siendo grandes afectadas.
El aseguramiento alimentario es solo un ejemplo. Esta apuesta por una lucha conjunta va más allá. Desde la ONU ven en la reconstrucción pos-COVID-19 una oportunidad para hacer economías y sociedades más sostenibles. Eso sí: aseguran que para que sea efectiva, la respuesta tiene que ser conjunta, de toda la comunidad internacional.
Los ecosistemas, reservorios de la COVID-19
La relación entre el cambio climático y la COVID-19 estos últimos meses ha sido estrecha. Pero ¿y si su conexión viene de antes? Hasta ahora, hemos visto por qué la pandemia ha retrasado los avances hacia un panorama medioambiental más sostenible. Sin embargo, el escenario medioambiental actual tampoco ha favorecido una evolución positiva de la pandemia de la COVID-19.
Según la ONU, la pérdida de biodiversidad y la deforestación, entre otros factores, nos ha expuesto en mayor medida a este tipo de enfermedades. Una afirmación que conduce a una conclusión clara. Mirar por la sostenibilidad del medioambiente y luchar contra el cambio climático también significa prevenir enfermedades hasta ahora desconocidas.
De hecho, Josep M. Antó, investigador del Instituto de Salud Global, apuntaba al desequilibrio entre la salud del planeta y la salud humana como un motivo de la extensión de las epidemias. Existe desde hace años esta evidencia. Ya en 2010 los expertos concluían que la conservación de ecosistemas intactos y su biodiversidad debería reducir el desarrollo de enfermedades infecciosas.
¿Qué podemos hacer por nuestra parte? Apostar por métodos de producción sostenibles que respeten la biodiversidad como es la acuicultura. Y es que gracias a esta actividad se pueden repoblar los ríos y mares de especies que, hoy en día, están en peligro de extinción. Pero más allá del mar, el cultivo de pescado es una opción sostenible. Y es que el uso que este sector hace de los recursos naturales del planeta es siete veces menor al de otras proteínas.
Sostenibilidad y pandemias futuras
El futuro está más que nunca en nuestras manos. Ya sabíamos de la importancia de reducir el impacto medioambiental para preservar la sostenibilidad de nuestros bosques, océanos y comunidades. Pero ahora, todavía más, es importante combatir el cambio climático. Así podremos ayudar a prevenir futuras enfermedades como la COVID-19.
Y es que, aunque no es la única causa ni el remedio final, uno de los regalos que nos hacen los ecosistemas con una alta biodiversidad, es la reducción de la transmisión de enfermedades. Y no podemos dejarlo escapar.
Sin esperarlo, hemos conocido una de las peores caras del planeta. Tenemos la oportunidad de reducir las posibilidades para que ocurra de nuevo apostando por la sostenibilidad. Existen diecisiete objetivos que tachar de la lista para hacer del mundo un lugar más amable con la naturaleza y con las personas. Desde Acuicultura de España ya estamos manos a la obra ¿y tú?