La población mundial está en continuo crecimiento y acaba de superar los 8.000 millones de habitantes, estimándose que se aproximará a los 10.000 millones de personas en el año 2050. Esto ha originado que la demanda de alimentos se haya disparado, necesidades que van a seguir aumentando en el futuro próximo, y este incremento podría satisfacerse a través de la acuicultura.
Los océanos suponen casi la mitad de la producción biológica de todo el planeta, pero su uso para alimentación humana es muy reducido: Según FAO, los productos acuáticos suponen menos del 20% de nuestra dieta, aun cuando su consumo se haya duplicado en los últimos 50 años, alcanzando los 20,7 kg/persona y año. Además de ofrecer proteína de alta calidad, fácilmente digestible y conteniendo todos los aminoácidos esenciales, los alimentos de origen acuático contienen ácidos grasos esenciales omega 3, vitaminas (D, A, B) y minerales (calcio, iodo, zinc, hierro, selenio, etc.), que los sitúan como alimentos especialmente valorados. Otras ventajas de los animales marinos frente a los terrestres son su menor impacto ambiental, su menor consumo de agua y su menor huella de carbono.
Mientras que el consumo de agua es prácticamente inexistente en peces marinos cultivados en el mar y muy bajo en peces de agua dulce (que usan el agua pero que no la consumen), el cultivo de animales terrestres requiere de entre 5000 y 15000 litros de agua por kg de alimento producido, lo que otorga una importante ventaja a la acuicultura por su escasa necesidad de un bien esencial y escaso como es el agua. Y también es importante resaltar su menor huella de carbono: mientras que en el ganado vacuno y ovino dicha huella oscila entre 15 y 30, en el ganado porcino es de 6-7 y en las carnes de ave entre 4 y 5, un reciente estudio indica que la huella de carbono de la trucha y la lubina en España es inferior a 2,5, siendo algo superior en aquellos peces que se cultivan en tierra como el rodaballo.
Y mucho menor es la huella de la acuicultura de moluscos y algas, que secuestran CO2 del agua, por lo que contribuyen activamente a la lucha contra el cambio climático. Uno de los motivos de la menor huella del cultivo de peces es su menor índice de conversión (cantidad de alimento que se necesita para producir un kg de pescado) que en la acuicultura española del orden de 1,7: Los peces tienen un menor gasto energético y una mayor eficacia en la absorción de la proteína lo que implica también menores emisiones al medio ambiente.
Parece evidente que el pescado y los productos de acuicultura son una fuente de proteínas de elevada calidad y bastante sostenibles en términos de huellas de agua y carbono. ¿Pero qué pasa con el alimento que necesitan? Existe la creencia generalizada de que para su alimentación se usa una gran cantidad de productos pescados en el mar, lo que iría en detrimento de su uso directo para alimentación humana. ¿Merece pues la pena pescar peces para alimentar a otros peces? Hay un dato que es especialmente clarificador: A pesar de que en los últimos 20 años se ha multiplicado por tres la cantidad de piensos producidos para la acuicultura, la cantidad de peces procedentes de la pesca extractiva que se usan para producir estos piensos ha disminuido un tercio.
Las harinas y aceites de pescado procedentes de la pesca están siendo sustituidas por harinas y aceites que proceden de subproductos de las industrias de trasformación de pescado y de descartes de la pesca (restos de pescados procesados y peces que no tienen valor comercial y que antes no se utilizaban), harinas vegetales, harinas que proceden de organismos unicelulares como microalgas o levaduras, etc. El índice FIFO (kg de pescado procedente de la pesca extractiva que se utilizan para producir un kilo de producto de acuicultura) está entre 0,2 y 0,25, lo que quiere decir que con un kg de peces pescados se producen 4-5 kg. De peces de acuicultura.
Además, la acuicultura es una actividad controlada y con un reducido impacto ambiental: Las explotaciones piscícolas requieren de una declaración de impacto que evalúe los potenciales efectos sobre el medio ambiente y en donde se impone un plan de vigilancia ambiental que es controlado por la Administración regional correspondiente y que pueden determinar la paralización de la actividad en función de los impactos detectados.
También es importante señalar que en la actualidad los viveros flotantes se ubican principalmente en mar abierto, lo que presenta ventajas tanto para los peces como para el medio ambiente. Los peces disponen de aguas más limpias y oxigenadas, lo que repercute en su bienestar y en una mejora de su crecimiento. Y el impacto sobre el medio ambiente es menor ya que se mejoran los rendimientos de los cultivos y los viveros se encuentran más alejados del fondo marino, en zonas de menor valor ecológico y con una elevada circulación de agua, lo que permite una dispersión de las heces y del pienso no consumido.
En definitiva, la acuicultura española es una actividad que produce alimentos saludables con importantes valores nutricionales, con una decidida apuesta por la sostenibilidad y que puede ayudar en la lucha contra el cambio climático.