Los colores de la acuicultura: del pacto verde a la economía azul

Ariadna Sitjà Bobadilla

Verde o azul, azul y verde, los colores se mezclan fácilmente en la paleta de un pintor, pero de forma más compleja cuando hablamos de economía, o de acuicultura. Los colores y las ideas detrás de ellos se utilizan y confunden a menudo. En 1994, el economista belga Gunter Pauli definió por primera vez la Economía Azul (EA) como un nuevo sistema de desarrollo económico alejado del concepto de usar y tirar continuamente los recursos naturales, que enfoca de una manera diferente el emprendimiento sostenible y la innovación, con la idea central de imitar la naturaleza, hacer más con menos, de aunar riqueza con diversidad, de ver los residuos como recursos. La EA rechaza la actitud elitista de la Economía Verde que pretende ofrecer productos ecológicos que respeten el medio ambiente pero que solo sean accesibles a una élite conservacionista de alto poder adquisitivo. 

 Aunque en su origen la EA engloba a todos los sectores productores, se ha ido asentando el uso de este concepto para todas las actividades económicas que utilizan los recursos marinos o fluviales de manera sostenible. De esta manera, el azul de la economía de Pauli es ahora el azul de la economía acuática. La EA considera los espacios acuáticos como motores de innovación y crecimiento para un desarrollo económico sostenible y rentable, siguiendo el principio de la economía circular. La economía lineal actual nos lleva a un punto de no retorno en la degradación del planeta. La Comisión Europea (CE), sin embargo, centra la EA en el mar, e incluye a: recursos marinos vivos y no vivos, energía marina renovable, actividades portuarias, construcción y reparación naval, transporte marítimo y turismo costero.

Según el informe de la CE de 2022, la EA de la EU-27 generó más de 660 billones de euros y dio trabajo directo a casi 4,5 millones de personas. Si la EA global fuese comparable a una economía nacional, sería la séptima más importante del mundo, y por tanto miembro del G7. La EA es también un sector estratégico en España, con una aportación directa al Valor Añadido Bruto (VAB) del 3,0 % y un 4,9 % del empleo nacional. Además, España lidera el sector de recursos marinos vivos de la UE con un 22 % del VBA y un 22 % del empleo.

 Para acabar de complicar nuestro cuadro pictórico, la CE considera la EA como un sector indispensable para lograr el objetivo del Pacto Verde Europeo de transformar nuestra economía en una economía moderna, eficiente en el uso de los recursos y competitiva, en la que se eliminen gradualmente las emisiones netas de gases de efecto invernadero. Por ello, en 2021, la CE redactó una nueva estrategia para una EA sostenible en la UE, pero el Parlamento Europeo, un año después, lamenta en una resolución, la falta de objetivos específicos para la acuicultura, entre otros sectores de la EA. Desde entonces, las autoridades nacionales y autonómicas se apresuran a crear sus propias agendas y estrategias, y definir objetivos. El Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación ha definido la estrategia del crecimiento azul y cada mes edita un boletín que recoge la actualidad, noticias, convocatorias, etc. Además, el Ministerio de Ciencia e Innovación junto con algunas comunidades autónomas lanzó en noviembre de 2021 el Plan complementario de Ciencias Marinas con una financiación total de 54 M€, en el que la acuicultura sostenible, inteligente y de precisión se encuentra entre las tres líneas de actuación.

Entre los ámbitos prioritarios y emergentes de la EA se encuentran la acuicultura y la biotecnología azul, para las que la investigación e innovación son imprescindibles. En primer lugar, para imitar la naturaleza debemos conocerla en todos sus aspectos, desde las moléculas a los ecosistemas y para ello se ha de investigar en aspectos básicos, que finalmente podrán ser aplicados. Para que la acuicultura no sea otra forma más de degradación del medio acuático, debemos investigar no sólo para reducir los residuos que se generan, sino para valorizarlos utilizando sistemas multitróficos integrados, por ejemplo, e incluso introducir productos de otras cadenas de valor en la de la acuicultura, como los distintos desechos vegetales de la agricultura en la formulación de piensos. Por otro lado, aumentar la biodiversidad de las especies de crianza, especialmente las locales, supone estudiar su biología, desde la reproducción, a la fisiología, el comportamiento, la nutrición, etc. Reducir la incidencia de las enfermedades en los peces de crianza, supone invertir en conocimiento sobre la salud y el bienestar animal, en mejorar la resiliencia de las especies al cambio climático, invertir en la producción de vacunas, para evitar tratamientos con antibióticos y quimioterapéuticos, o invertir en métodos rápidos y asequibles para la detección temprana de patógenos. Todas estas inversiones están destinadas a aumentar la sostenibilidad en términos económicos, sociales y medioambientales, obteniendo productos sanos, saludables y sabrosos, asequibles para el consumidor medio.

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