El granjero de rodaballos
Las Rías Baixas acompañan cada mañana a Yago y Suso. Les persiguen, misteriosas, fecundas y salvajes, durante los 60 kilómetros que separan a Cangas de Mougás. Durante todo su recorrido no pierden de vista las islas Cíes, en la boca de la ría de Vigo. Aparcan el coche frente a una playa de rocas e hinojos de mar, a las puertas de un criadero de rodaballos pionero en Europa. Las instalaciones de color verde se integran con el paisaje gallego, como un rodaballo que se mimetiza con el fondo del mar. Tres percebeiras bajan a la marea mientras Yago se calza las botas. Es el encargado de alevinaje y preengorde del rodaballo, pero hoy se cuela en la zona de reproducción porque quiere transmitir la magia de su oficio.
Mi familia son marineros, soy de Cangas, siempre ligado al mundo de la pesca.
Suso espera en un tanque de unos 15 metros cuadrados con el agua sobre las rodillas. Atrapa una hembra de rodaballo y la deposita sobre una mesa, le tapa los ojos con un paño húmedo para tranquilizarla e inicia el masaje abdominal presionando con destreza sobre los ovarios hasta que se vierte el líquido con las huevas. La imagen recuerda a un pastor que ordeña sus ovejas. Un granjero del mar.
“La acuicultura es el equivalente a la ganadería en mares y ríos”
“La acuicultura es el equivalente a la ganadería en mares y ríos”, así siente Yago un oficio al que llegó de forma casi natural, como una suerte de necesidad de estar cerca del mar, de ese mar atlántico que ruge y escupe temporales y brumas costeras y a veces se lleva a los marineros. Quería seguir vinculado al oficio de su padre, sus tíos y su abuelo, todos pescadores. “Mi familia son marineros, soy de Cangas, siempre ligado al mundo de la pesca. Recuerdo descargar el barco con mi padre cuando llegaba de faenar. Mi abuelo tenía una barca pequeña y pescábamos nécoras y calamares por las islas Cíes para tomarlas en las fiestas”. Pero Yago no se veía tantos meses fuera, navegando. Recuerda que una vez, cuando era niño, su padre llegó a casa y apenas lo conocía. No quería eso en su vida. Así que la solución fue más o menos sencilla: “Si me llevo los peces a tierra y los puedo cultivar, tengo lo que me gusta”.
Se calcula que en 2050 seremos 9.700 millones de habitantes en el mundo, y la acuicultura es una solución sostenible para que todos podamos comer de forma nutritiva sin forzar los mares y ríos
Todo cobra sentido. La vida de Yago y el futuro de la alimentación. Se calcula que en 2050 seremos 9.700 millones de habitantes en el mundo, y la acuicultura es una solución sostenible para que todos podamos comer de forma nutritiva sin forzar los mares y ríos, y sin agotar la superficie terrestre. “A lo mejor no seríamos tanta gente si no fuera por la acuicultura”, dice Yago con algo de retranca gallega, sutil y pausada, como si la expresión no guardara pólvora en su interior. “Con los recursos pesqueros que tenemos no llega para alimentar a todo el mundo”. Parece una obviedad.
En estado salvaje el rodaballo se reproduce entre junio y julio. Para inducir el desove durante todo el año y mejorar el bienestar animal, los criaderos controlan la temperatura del agua y la luz que llega a los tanques. Se mueven las estaciones. Disfrutan de su ciclo natural pero desplazado en el tiempo.
En realidad, “somos como un centro de investigación”, aclara Yago mientras abre la puerta de lo que parece una cápsula espacial donde se cultivan microalgas en matraces y tubos de vidrio con diferentes tonalidades de verdes que suben hasta el techo de la estancia. El burbujeo de los fotobiorreactores, así se llaman los cilindros, es hipnótico y constante para proporcionar la mezcla de nutrientes, la retirada del oxígeno y el aporte de dióxido de carbono en condiciones controladas de luz y temperatura. Las microalgas y el zooplancton (rotíferos y artemia) constituyen la base del alimento de las larvas de rodaballo y ayudan a recrear su hábitat.
“Los primeros interesados en el bienestar del animal somos nosotros. Hay un cuidado y un control sanitario extremo en todas sus fases”
“Los primeros interesados en el bienestar del animal somos nosotros. Hay un cuidado y un control sanitario extremo en todas sus fases”, afirma. La reproducción, la incubación y la fase larvaria son las etapas más delicadas. Hay que investigar, ser pacientes, creativos, meticulosos, apuntar todos los datos y evaluarlos. Y Yago responde a estas características, le inspiran estas tareas. Le gusta cumplir la hoja de ruta que le marcan desde la dirección. Y conoce muy bien la especie, al dedillo.
En su fase larvaria, cuenta, ocurre una de las más fascinantes adaptaciones evolutivas del mundo animal: la migración del ojo de los peces planos. Como larva, el rodaballo es un pez convencional, nada como una sardina, pero a medida que va cayendo al fondo marino, donde habitará pegado al suelo el resto de su vida, el ojo del lado derecho migra al izquierdo y el pez sufre una metamorfosis completa hasta convertirse en plano. Los ojos asimétricos y la boca desplazada recuerdan a un cuadro de Picasso, como si la naturaleza se hubiera adelantado al cubismo pero con un objetivo más pragmático: desde el lecho arenoso, con los ojos arriba situados, pueden acechar a sus presas y camuflarse de sus depredadores.
Por eso, al pasar por los tanques de los alevines, el manto de jóvenes rodaballos se mueve en desbandada con la sombra de nuestra mano. Su instinto sigue funcionando, corrobora Yago, responsable de esta zona donde se controla la salud de los ejemplares y se les alimenta con piensos específicos para esta especie. El ciclo sostenible sigue girando hasta el final del viaje: el preengorde. Desde su nacimiento hasta que son vendidos a plantas que finalizarán el proceso de engorde pasan de cinco a seis meses. Es en la etapa de preengorde donde se selecciona a los futuros reproductores.
Galicia lidera en Europa la producción de rodaballo de acuicultura
Galicia lidera en Europa la producción de rodaballo de acuicultura. El mar gallego no solo trae tormentas, brumas e historias de marineros, también muchos nutrientes, como todas las costas orientadas al oeste que recogen la vida de la corriente del Golfo de México. El rodaballo se distribuye desde el norte de África hasta el norte de Europa, Escocia como última frontera. “En Galicia tenemos un agua más caliente que la del norte de Europa y sin tantas variaciones de temperatura como la del norte de África. Estamos en el punto ideal geográficamente. Y en un país con mucha tradición pesquera, canales de distribución, consumo, centros de investigación y empresas que venían de la pesca y apostaron por la acuicultura”, señala.
“Hay que exigir a las empresas que el agua que sueltan sea igual que la que recogen. Hay que invertir para ser todos sostenibles”
“La acuicultura se desarrolló porque tuvimos un marco legal favorable. Actualmente hay muchas trabas legales y administrativas para montar una empresa de acuicultura. Está bien que haya controles, pero no trabas. Hay que exigir a las empresas que el agua que sueltan sea igual que la que recogen. Hay que invertir para ser todos sostenibles”, cuenta Yago desde el foso de captación, que recoge el agua del mar mediante un tubo y una bomba. El agua se filtra, luego se analiza y esteriliza. Cuando acaba el proceso, se devuelve igual que ha llegado. En este lugar termina y empieza realmente el viaje. Justo en esa frontera, entre el mar y la tierra, es donde se equilibra la vida de Yago, granjero de rodaballos.