De una forma u otra, la COVID-19 ha cambiado nuestra forma de entender el mundo, de relacionarnos. La mascarilla ya es un complemento más de nuestra vestimenta; estamos apostando por el consumo local como hacía tiempo que no hacíamos y, al reducir nuestros movimientos y contactos, estamos siendo más sostenibles y disminuyendo nuestra huella de carbono.
Los sectores económicos en general y, la acuicultura en particular, también se han visto afectado de una forma u otra por la pandemia. El sector de Acuicultura de España, pese a ser proveedores de primera necesidad, también ha sufrido los efectos de la COVID-19. El cierre de la hostelería y el turismo han supuesto una severa reducción de las ventas. Pero no solo eso: mantener las crecientes existencias de peces vivos, junto con las exigencias de distanciamiento interpersonal entre trabajadores, ha supuesto un aumento en los costes de producción.
Lo que está claro es que todos y cada uno de nosotros hemos tenido que adaptarnos a esta “nueva normalidad”. A nuestro vocabulario habitual se han sumado palabras del tipo “confinamiento”, “cuarentena” o “resiliencia”. Esta última se refiere a nuestra capacidad para adaptarnos y sobreponernos a situaciones adversas.
Porque ahora más que nunca es importante que nos adaptemos y pensemos no solo en nuestra situación particular sino en la de todos cuantos nos rodean. ¿Cómo? Apostando por opciones sostenibles que sean buenas para ti, para el planeta y para la sociedad. Una de esas opciones es la acuicultura.
Acuicultura y sostenibilidad social: clave en zonas rurales
Sí, la pandemia ha agravado la brecha social. No hace falta más que fijarse en el informe publicado por Oxfam Intermón sobre la desigualdad generada por la crisis de la COVID-19 en España. Llama la atención el dato sobre el incremento de la pobreza relativa del 20,7 % al 22,9 %. O, lo que es lo mismo, un millón más de habitantes viven en la pobreza, ronzando los 11 millones de personas que sufren esta grave situación en España.
Este aumento de la pobreza ha castigado a comunidades autónomas con una clara vinculación al sector primario y, por lo tanto, también a la acuicultura. Castilla y León, La Región de Murcia, Andalucía o Galicia han visto aumentar sus tasas de pobreza desde el inicio de la crisis sanitaria.
Con este escenario de incertidumbre es más importante que nunca promover actividades que ayuden al crecimiento y a la sostenibilidad social de las comunidades más vulnerables. En muchas ocasiones, la acuicultura es el verdadero motor económico y social de regiones rurales, fluviales y costeras. Es por ello por lo que, elegir producos de acuicultura significa apoyar el crecimiento de regiones que han vivido y viven por y para el agua, generación tras generación.
Acuicultura y sostenibilidad económica: un motor de empleo
La pobreza y la desigualdad tienen una relación directa con la sostenibilidad económica y el empleo. Otro dato preocupante de esta crisis sanitaria es el crecimiento del desempleo. Según datos del INE, la tasa de desempleo en España se sitúa por encima del 16 %, casi un 2,5 % más que a finales del 2019. Y es que, la COVID-19 está teniendo un enorme coste económico para las familias españolas.
Por suerte y, pese a las circunstancias de la pandemia, el sector de la acuicultura sigue siendo un motor de sostenibilidad y empleo. Según los últimos datos de APROMAR, la acuicultura da trabajo a un total de 46.467 personas. Pues, además de los trabajos directos en las granjas, la acuicultura funciona gracias a la enorme labor que realizan otros profesionales en actividades auxiliares de empaquetado, transporte, distribución y comercialización, entre otras además de los proveedores de tecnologías, equipos y suministros.
La acuicultura es sinónimo de sostenibilidad económica. Tras los ricos platos de productos de acuicultura está la dedicación del acuicultor, del transportista, del pescadero y hasta del encargado de construir las instalaciones acuícolas. Trabajadores que se dedican en cuerpo y alma para puedas disfrutar del mejor pescado.
Acuicultura y sostenibilidad medioambiental: proteína eficiente
Otro de los grandes temas que ha puesto la crisis de la COVID-19 sobre la mesa es nuestra relación con el medioambiente y su sostenibilidad. Mucho se habló de que durante el confinamiento domiciliario el medioambiente “respiró”. Y es que, quedarnos en casa nos dejó datos tan llamativos como la reducción del tráfico en más de un 70%.
Y claro, esto no puede significar otra cosa que: aire más puro y menor contaminación. Lo vimos incluso en las imágenes del satélite de la European Public Health Alliance (EPHA) en el que claramente se percibía una disminución en la contaminación del aire. ¡Una noticia positiva entre un mar de titulares negativos!
Y es que, pequeñas acciones como utilizar el transporte público, la reutilización de bolsas o decantarnos por alimentos menos contaminantes sí tienen un efecto sobre el medioambiente. En el caso particular de elegir productos de Acuicultura de España, también tienen efectos sobre la sostenibilidad medioambiental.
El pescado de cultivo es hasta siete veces más eficiente que otras proteínas, pues se requiere de un menor uso de recursos naturales para su producción. Así que ya sabes, cuando estés saboreando un rico pescado de acuicultura piensa que estarás contribuyendo a un consumo responsable para ti y para el planeta.
La pandemia nos ha hecho darnos de bruces con la realidad y ser conscientes de la repercusión real que tienen nuestras acciones sobre el medioambiente. Así como de la importancia que tenemos todos en la carrera por la sostenibilidad. Y tú, ¿sabes ya que papel quieres jugar?